Madrid, era y sigue siendo una ciudad putrefacta.
Durante el siglo XVI las aguas sucias iban y venían, la corte se instaló en la ciudad, al poco se trasladó a Valladolid por su insalubridad. Volvió y nuevos planes para crear nuevos viajes que trajeran agua a la capital fueron proyectados. Hay que imaginar grandes partes del Madrid actual como si fuesen pequeños bosques adehesados del monte de El pardo. Se buscaba agua en arroyos y manantiales, la ciudad se extendía. No era una extensión del cemento tal y como sucede hoy, sino de asentamientos y callejuelas. Hoy en día Madrid, es una auténtica bazofia, como lo es toda jungla de cemento. Corroída en sus interioridades por la mierda que todos los humanos lanzamos. Otra cosa es que todo esté canalizado y nada de esto podamos ver. Imaginad todos los deshechos procedentes de cualquier estómago en mal estado, o cualquier cagada suelta que vuela hacia los adoquines de una canalización.
A todo esto, hace poco tiempo, crucé un pequeño arroyo de las piscinas que el Canal de Isabel II posee en en Buitrago de Lozoya. El olor era algo superior a vomitivo. Bien, esas aguas estaban cayendo directamente al embalse de riosequillo. Y por ende, al Atazar, del que todos los madrileños bebemos. O sea, menstruación, orines y vómitos, todos de vuelta a algún cuerpo humano....
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